domingo, 9 de mayo de 2010

El Duende y el Collar de Esmeraldas




Barranco, 1896. -- Ya son las 12 de la noche es hora de tomar lo que es nuestro – dijo la Señora Flor a Félix su esposo antes de poner en práctica lo planeado durante años. En ese momento se escucho una sonrisa profunda y quebrada en el cuarto de la vieja casona heredada por sus Abuelos.


-Es él, ha llegado el momento-- dijo completamente excitado Félix.


– Toma la vela negra y vamos, no hay mucho tiempo—ordeno Flor con plena seguridad.
Se aproximaron rápidamente a la Higuera que estaba en el jardín posterior de la casa y vieron una silueta ya conocida por ellos, al pie del árbol la tierra estaba removida. Félix tomo la pala y procedió a escavar. Al séptimo lampazo vio el brillo que ambos esperaban; cuando de pronto una sombra que salió de la copa de la Higuera acompañada de una risa amenazadora se apodero del ambiente.

-¡Prende la vela! ¡Prende la vela! ---Grito Flor al sentir peligrar la vida de ambos, Félix quedo congelado rápidamente, la sombra se apodero de él, su rostro mostraba un terror inimaginable, el cual no pudo controla.

- ¡Maldición! No podrá hacerlo pensó rápidamente Flor, mientras Félix caía al césped inmovilizado. —Debo tomar el collar— en ese instante Flor se tiro al suelo evitando la sombra y estiro su brazo introduciendo su mano en el hueco que había cavado con mucho esfuerzo Félix.

-¡Lo Logré! –Grito Flor al alcanzar el collar. En ese preciso instante la sombra cubrió toda su humanidad y Flor casi pierde el conocimiento.

Habiendo conseguido su objetivo, tomo la vela negra y corrió dentro de la casona, prendió la vela y señalando con la luz la Higuera dijo con fuerte voz: “El Collar es mío y de mis herederos, muerto estarás hasta que la ingenuidad libere tu maldad”.

Al finalizar la evocación se escucho un fuerte ruido debajo de la tierra como si el infierno cerrar la puerta, y este hizo temblar la casona al mismo tiempo que la sombra desaparecía. Flor cayó tendida en la sala, su fuerzas la abandonaron el enfrentamiento había lastimado su alma. Luego de dos horas de estar al límite de la muerte ingreso a la casona Doris su hija de tan solo 12 años quien estaba en la casa de al lado y poco o nada sabía de lo sucedido.
– ¿Que sucedió Madre? –sollozó con lagrimas en los ojos la pequeña Doris, al percatarse de la gravedad en la cua l se encontraba su madre.



-Hija, luz de mi vida, mi último suspiro; no tengo mucho tiempo en este mundo necesito que recuerdes estas palabras—en ese momento Flor mencionó las palabras con las cuales ahuyento a la sombra y puso entre sus pequeñas manos El Collar de Esmeraldas, por la cual estaba a punto de perder la vida--. Este collar cae sobre la menor de mis hijas, para quien pido bendiciones y se cumpla según lo profeso larga vida y poder. En ese instante Flor miró a Doris y con voz propia de la muerte le menciono-. Este Collar es nuestro y debe ser así siempre tú eres hoy el guardián de la familia 80 años de suerte y poder tendrás, luego de ellos, deberás luchar por él y luego lo darás en herencia a un nuevo guardián quien tendrá que luchar nuevamente por lo que hoy en regalo te doy. En ese instante Flor dejo de existir y su cuerpo se desintegro quedando sólo polvo.
CONTINUARA....

domingo, 28 de marzo de 2010

¿Por qué?, Si todavía es temprano (Historia basada en hechos reales)

La Victoria 1986, eran calles atiborradas de violencia y desorden, donde cualquier mal movimiento significaría tal vez la perdida de la vida, un lugar lleno de misterios y leyendas creadas por sus habitantes, lugar de callejones y quintas colmadas de historias policiales y domesticas que quedarían grabadas en cada uno de los rincones de la cuadra 19 de la calle Italia por la eternidad. Allí vivía Alberto Plasencia alias “Beto”. Era un muchacho de aproximadamente 16 años, de piel pálida, contextura extremadamente delgada, pelo cortado al estilo Beatles, ojos negros de mirada perdida y profunda con un misterio comprobado debido a la soledad que vivía y a una familia al borde de la destrucción, como consecuencia de las constantes arremetidas que el alcohol realizaba a Don Alfonso Plasencia su padre, quien se encontraba inmerso en depresión ante la pronta muerte de la mujer que más amo en la vida. Tantos y recurrentes eran los amargos momentos ocasionados por Don Alfonso que Beto y sus 4 hermanos no sabían ya qué hacer.

Los Plasencia, vivían en el cuarto piso del edificio de “Los Rebeldes” apelativo ganado tras las constantes luchas de sus ocupantes por defender la zona de pandillas cercanas; que pugnaban por el liderazgo de Amor y Espacio que nunca lograron conseguir. Muy cerca al edificio se encontraba el bar “La Perla Monsefuana” antro de perdición que comúnmente recibía la soledad de quienes no soportaban el dolor en sus almas y desesperanza que difícilmente en cordura podrían controlar; así encontraban en el “Tío Pedro” administrador del lugar un personaje cálido y sincero que recibía entre sillas revueltas, mesas podridas de humedad, vidrios que daban señal de lucha y aserrín mojado de sangre y lagrimas a cada extraño de deseaba tras el pago de unas monedas comprar un poco del olvido llamado alcohol. Fue cerca de este magro lugar donde se desarrolló uno de los hechos más extraños y paralizantes de la zona, pues como de costumbre y a pocos instantes de la media noche Beto se encontraba en la puerta del edificio con tres amigos de quienes poco se puede rescatar.

- Ayer por la noche vi a tu viejo mal – dijo Víctor a Beto con cierto aire de desgracia – caminaba por que las piernas se le movían, pero me llamo demasiado la atención su mirada perdida, ya sin ganas de vivir. ¿Qué tiene ahora? – pregunto Víctor con el fin de hurgar sus sentimientos -. Lo de siempre… ya no desea ver a nadie, para metido en esa basura de lugar y lo único que hace es llorar culpándose por no haber estado con mi vieja el día de su muerte – respondió Beto con enfado y rencor y mirando a Juan quien estaba a su lado con poco interés en el tema, de pronto Víctor al percatarse de la tristeza en los ojos de su amigo ablandó tal golpe en el brazo de Juan con el fin de hacerlo reaccionar y perciba el momento -. ¡Mielda!, eso me dolió – grito Juan un moreno de 18 años que no había terminado el colegio -. Yo también le vi pe y lo veo más fuera del mundo que dentro de él, parecía drogo – expectoró Juan por cumplir -.


- Mi padre no tiene solución, justo ayer luego que lo vieron, llegó a mi casa y pregunto por Dante mi hermano menor y le pidió que le sirviera la cena – explico Beto al mismo tiempo que se sentaba al borde de la vereda justo frente a un gran hueco lleno de barro que había en la pista -. Pero ya estaba dormido, creo que se excedió esta vez, pues se desato la correa del pantalón y tambaleándose por toda la sala fue a su cuarto; mi hermano y yo tratamos de detenerlo pero no pudimos, llego a despertarlo de dos correazos fue tal el grito que pego que … Dante nunca entendió que paso -. Culmino Beto con extrema tristeza.


- Que tal Don Alfonso – dijo Juan en tono de sorprendido – vamos despreocúpate, esto pasa en todo el barrio no eres el único con esos problemas – continuo él buscando resignación.

- Es cierto – agrego rotundamente Víctor –. Recuerdo claramente que hace unos años los padres del Roberto discutían por el mismo motivo, hasta que su papá murió – Si, pero su propia esposa la mato de tres martillazos en la cabeza y ahora está en la cárcel - recordó claramente Juan, mientras Beto sentado escuchaba sugestionado.



-Vamos no entremos en ese tema, no vale la pena- reprocho estremecido Víctor-.

-¿Por qué? si hasta ahora en esa quinta dicen las malas lenguas que el Señor visita a sus hijos por la noche, tratando de protegerlos de su viejo – contaba Juan emocionado, pues recordaba claramente la historia que le toco vivir a Roberto-. Una vez- continuo con su relato- Roberto me conto que cuando estaba a punto de dormir a eso de las 12:40 de madrugada, se sentía muy solo pues no veía a su madre ya hace un mes. Tenía las luces apagadas y un silencio preocupante usurpo su habitación, al mismo tiempo en el que sentía que un frio estremecedor ingresaba a su cuarto; de pronto vio (gracias a la luz de su cocina) como una sombra se desplazaba de entre la puerta del su habitación. Se asusto pero no dudo en bajar y ver quien era -. En ese instante Víctor busco que sentarse al lado de Beto tratando de escapar del relato, pero Juan lo siguió y se sentó frente a ellos en cuclillas de espaldas a la pista, haciendo aun más interesante el relato.

- Al salir Roberto del cuarto - continuó Juan-. Se fue aproximando lentamente a su cocina tratando de buscar una explicación a la sombra que vio bajo la puerta; mientras se acercaba sentía como ese frio calaba sus huesos y un olor extraño invadía el ambiente. Al llegar a la puerta de la cocina puso sus manos sobre ella trato de empujarla lentamente y poder ver que había dentro, mientras escuchaba como el rechinar de las bisagras se apoderaba del silencio. Cuando pudo ver que en el suelo se proyectaba una silueta que se hacía cada vez más grande; dándole a entender que al abrir ese alguien estaría frente a él. Llegado el momento logro ver y fue tan horrenda la escena que dio dos pasos hacia atrás y su padre muerto se paro frente a él con el rostro desfigurado por los martillazos realizados por su madre. Luego de mirarlo fijamente le acerco la cara y en tono agresivo grito: “Así me dejo tu madre” ¡mírame! , ¡mírameeee!... – en ese preciso instante un auto paso cerca salpicando de barro a Juan por la espalda y los tres saltaron rápidamente a la vereda-. ¡Me manche!, ¡me manche! – dijo Juan- mientras Víctor y Beto reían-.

- Tan interesante que estaba tú cuento- Dijo Beto, con cierto grado de incredulidad-.

- ¿Cuento?, todo lo que narre fue real y Roberto puede corroborar la historia- acoto duramente Juan al creerse ofendido. Algún día cuando lo veamos le pediré que la cuente, bueno me tengo que ir ya es tarde- puntualizó aun disgustado -.

- Si, son ya 1:20 de la madrugada vamos confirmo Víctor ocultando su temor.
- Hasta mañana- Indico Beto como citándolos-.

Luego de tan perturbadora conversación, Beto se dirigió a su casa pensando en lo complicado que pudo haber resultado para Roberto el presenciar a su padre después de muerto. Mientras subía las escaleras del edificio a oscuras, lo invadía un sentimiento de inseguridad y no dejaba de pensar el preciso instante en el que su padre le acerco su cara totalmente destrozada para reprochar sus heridas; poco a poco y escuchando cada vez más fuertemente sus pasos debido al silencio, pudo llegar a la puerta de su casa y mirando lentamente por la ventana pudo ver que su hermano mayor Percy, quien estaba leyendo un libro.

- Hola, no te parece muy tarde – dijo Percy con voz autoritaria.

- No molestes, solo estaba con los muchachos en el primer piso no he hecho nada malo y estoy casado me voy a dormir- se excusó Beto tranquilamente evitando la discusión.

- No lo digo por ti, lo digo por mi viejo que aun no llega desde ayer en la mañana – preocupado Percy hizo notar del hecho a Beto pues era raro que su padre se quedara de un día para otro -. Debe estar en la Perla Monsefuana, ve a recogerlo- Ordeno Percy-.

Sin dudar y buscando un momento de soledad para confrontar a su padre, Beto sólo atino a darse la vuelta, abrir la puerta y retirarse de su casa con dirección a bar.

Mientras descendía las escaleras, trataba de recordad lo sucedido la noche anterior, para armarse de valor y confrontar a su padre. Ya fuera del edificio veía como nubes negras amenazaban con regalarle una tormenta a la madrugada; es así que al decimo paso fuera del edificio comenzó a llover. El camino lleno de charcos comenzó a hacer meya en sus zapatos y su ropa, los cuales sonaban de la humedad a cada paso que daba.

- Es momento de acabar con esto – Pensaba en tono amargo Beto ya a medio camino, sin idea de lo que estaba a punto de sucederle aquella fría noche.
- No puedo permitir que se siga lastimando, es momento de que se vaya a su casa- Era Don Pedro quien increpaba al padre de Beto en tono angustiante y con el temor de que muera en ese preciso instante-. ¡Váyase! -le grito lanzándolo por los suelos, pensando que del susto por el empujón saldría del local; en ese mismo instante que Beto entro por al bar.
- Padre que te has hecho, ¡ya vamos! Cuando terminaras con este sufrimiento- Dijo su hijo preocupado y mirando fijamente.

- Ya pronto me iré donde siempre debía estar cuatro metros bajo tierra- balbuceo Alfonzo con la mirada perdida que lo caracterizo los últimos meses- Que importa mi vida si no está tu madre, mírame destruido mírame no es mejor estar muerto - mientras su padre decía esas palabras Beto recordaba la historia de Juan y relaciono el estado de su alma con las heridas en la cabeza que había recibido el padre de Roberto.
-- ¿Que puedo hacer por ti papá?, todos los días deseo que nunca llegue la noche para no verte en este estado – resignado mirándolo a los ojo recrimino Beto, en el preciso instante en el que los dos se ponían de pie con mucha dificultad.
-- Es hora que lo encierres en tu casa y no lo dejes salir – gritó Don Pedro buscando que llamar la atención del bar para ganarse créditos de bondad; que no le caían bien - un día de estos tu viejo se quedará frio en mi bar y será mala imagen para el negocio- continuo.
-- ¡Nunca regresará!, yo me encargaré de que eso suceda – respondió claramente Beto acompañado de una mirada de odio reflejo del sufrimiento de su familia y casi culpándolo del estado de su padre. Luego de esas palabras procedió a sacar a su padre del local.

Al cruzar el portón de madera que caracterizaba el local, y luego de escuchar el fuerte sonido que hizo al cerrarse; Beto sintió que aquella noche tenía una extraña penumbra, que se hizo más pesada al salir del bar y comprobar que aun seguía lloviendo. Ayúdame papá estas muy pesado – increpo a su padre haciendo alusión a que le haga más fácil la carga—No puede ser que encima que te cargo comiences a tambalearte más. – Don Alfonzo parecía no entender lo que decía su hijo y continuó con el marcado vaivén propio de su estado, agregándole un sonido de trompeta que realizaba con sus labios llenos de alcohol.

Conforme iban caminando la oscura calle llena de charcos de agua, se tornaba cada vez más pesada, Beto sintió el mismo temor que experimento cuando salió de su casa momentos antes y su imaginación hacia cada vez más presente la imagen del fantasma del padre Roberto y sólo atinaba a mirar a sus espaldas para eliminar la sensación que alguien lo seguía. Pero era inútil la extraña presencia a su alrededor inexplicablemente era más punzante a cada paso que daba y el ruido del bar cada vez más lejano lo llenaba de incontrolable inseguridad.

Estando ya del otro lado de la calle frente al bar, a Don Alfonzo se le ocurrió salir corriendo unos cinco metros para derramar por la boca todo el alcohol que llevaba en el estomago. Beto sólo atino a mirarlo y preocuparse de que no se callera; aunque ese sentimiento era irrelevante, pues la presencia que lo seguía está vez era más atemorizante. Entre mirar a su padre y el sentimiento de miedo escucho el sonido del derribar de una botella que removió todo su sistema nervioso, puso su corazón a mil por hora y experimentando como su piel se ampollaba del miedo.

--¿Quien está allí? – Dijo Beto con angustiada voz, sin recibir respuesta--. ¿Quién está allí?- repitió esta vez con mayor seguridad y mirando a su alrededor.
--Padre vamos rápido por favor – mirándolo de espalda, aun a cinco metros de distancia de él-. ¡Padre!- bramo nuevamente.

-- ¿A que le temes hijo? – balbuceo nuevamente Alfonzo, sin percatarse de la misteriosa presencia que los rodeaba.

Mirando de espaldas a su padre Beto decidió caminar hacia él lentamente para mirarle la cara, mientras un terror inesperado y tenso se apodero de su alma que le hizo sentir como caía la lluvia en sus gélidos huesos. Cada paso le era interminable, su corazón estaba a punto de salirle pecho y la presencia de su padre era cada vez más grande conforme se acercaba. Cuando llego a tocar su hombro Alfonzo giro rápidamente como sobresaltado pegando su cara lo abrazo con el afán de continuar el camino.

--¿Que pasó hijo?, ¿Por qué me miras así?—repuso Alfonzo a ver la cara de espanto de Beto como tratando de identificar si se trataba de su padre.
--Nada, no me pasa nada sigamos caminando.

Al continuar su camino a unos pasos del lugar donde se encontraban, vieron como una sombra rápidamente pasó detrás de ellos. Beto pudo observar por el rabillo del ojo e inmediatamente tropezó asustado, y casi se cae con su padre quien estaba a punto de perder el sentido por el estado en el que se encontraba. Al girar logró ver un niño de aproximadamente 6 años que les daba la espalda y se encontraba mirando el suelo como buscando algo. La lluvia se hizo intensa y la oscuridad de la noche cubría cada centímetro de su visión y misteriosamente no se percibían sonidos dando la sensación que el tiempo se había detenido.

--¿Como puede ser?- pregunto Beto al aire muy sorprendido -. No es posible que la noche…

Beto buscó una respuesta que no encontró y sólo miraba al niño de espaldas que se movía lentamente de lado en lado, misterioso. La penumbra ensombrecía la calle mientras el viento empujó a Beto a acercarse, dejo a su padre sentado en la vereda y procedió a dirigirse al niño.

--¿Un niño sólo en la madrugada? – se preguntó extrañado, conforme se iba acercando-. ¿Quién es? ¿Qué hace aquí? – sin lograr entender siguió avanzando. Un frio distinto, una noche pesada y una lluvia misteriosa tomaron los pensamientos de Beto quien miraba fijamente la nuca del este misterioso niño, ya se encontraba a escasos centímetros de él. En un ambiente helado Beto veía como su respiración se hacía un tenue humo blanco, sus oídos sentían el agitado inhalar exhalar de su estado; estiró su mano temblorosa con el objeto de tocar la oreja del niño en señal de autoridad y el frio se hacía cada vez más intenso en la punta de sus dedos. Al tocarlo pregunto - ¿Niño, que haces aquí no te parece que es demasiado tarde?

Con voz quebrada y aguardentosa, escucho. --¿Por qué? Si todavía es temprano-. En ese momento el niño giró la cabeza, su mirada completamente negra anunciaba maldad, su rostro estaba arrugado como un anciano de ochenta años, su sonrisa corroída del sarro y su desordenada barba blanca completaban la escena. Beto quedo inmovilizado por dos segundos y el demonio rápidamente lo tomó del cuello, tenía las uñas porosas largas y gruesas y le dijo: --¡Déjamelo!, ¡Déjamelo! Mi Señor necesita de almas perdidas y desesperadas. – ¡No! Respondió Beto. – Salió corriendo del lugar mirando hacia atrás, cuando se disponía a tomar a su padre vio como este se alejaba con el Demonio, trato de correr tras él pero sus piernas no respondían como en una pesadilla. Todo se desvaneció alrededor de Beto y perdió el control de sí.

Luego de un tiempo Beto sintió como alguien lo tomaba del cuello fuertemente, ya consiente de sí y aun con miedo reacción en defensa al ataque de este extraño ente. Cuando abrió los ojos era Percy su hermano. – ¿Qué pasó? Son las 4 de la madrugada y estas aquí tirado, ¿Dónde está papá? – sin atinar a dar una explicación pensando que no le creería le dijo: “Se fue, nos dejó”
--¿Donde se fue? , ¿Por qué no lo detuviste? – pregunto Percy molesto.
--Fue muy extraño, sólo me miró y se fue; dijo que era lo mejor para nosotros, y que buscaría a mamá—Percy sólo atino a recogerlo y llevarlo a casa.

La lluvia había parado las primeros sonidos de la mañana comenzaban a aparecer, ambos subieron a edificio y entraron a su casa. Se sentaron en el enorme sofá rojo de la sala; Beto aun se encontraba perturbado por lo acontecido y Percy sin entender nada.
-- Tengo sed—dijo Beto mientras su hermano se paraba para buscarle un vaso de agua. En ese instante escucharon que sus hermanos pequeños reían y jugaban con alguien en el cuarto. Ambos se miraron y salieron corriendo a ver de qué se trataba. Tal fue la sorpresa de ambos al ver a su padre jugando con Antonela y Dante, un gélido frio se apoderó de Beto recordando el angustiante momento vivido hace unas horas.

--Papá… tú… aquí… ¿Qué pasó? – se noto miedo y preocupación en la voz de Beto.
-- Si, aquí estoy de que te preocupas—dijo Don Alfonzo con gran tranquilidad.
--Pero si te vi con…él…--
-- De que hablas dijo Percy—desacreditando las dudas de su hermano—traeré agua, me imagino que sigues con sed—ofreció Percy en tono paternal.

En ese instante Beto se dio media vuelta con dirección a la sala y bajo el lumbral de la puerta del cuarto escucho sobre sus hombros con la misma voz quebrada —Es mío ahora—volteo, a ver a su padre y este lo miraba con los mismos ojos negros y llenos de maldad que tenía el ente con el cual se había encontrado.
---No puede ser—pensó, abrió y cerró sus ojos, con el fin de volver a la realidad; y volvió a mirar a su padre quien continuaba jugando con sus hermanos.


Luego de esa experiencia Don Alfonso fue otra persona, aquel contacto lo puso al límite de su humanidad, recordaba muy poco y si recordaba todo realmente nunca lo conto. Nadie sabe lo paso durante las dos horas en las cuales Beto perdió el conocimiento; solo se quedo hasta hoy con la mirada perdida y el recuerdo intacto del encuentro con lo desconocido.

Escrito por Aldo Acevedo
PD: Pronto escribiré una nueva historia...